En otro contexto, pero con el mismo significado, León Gieco es parafraseado y evoca al `monstruo grande que pisa fuerte´; en este caso, con ciertos tintes de comunicación(mal denominada por cierto) sumergida en un universo en el que el interés en todas sus acepciones, pesa mucho más que la pluralidad, por supuesto, inexistente.
Es posible no pertenecer a dicho universo? sentirse ajeno del circulo vicioso en el que circula, casi por imposición,
constantemente la línea político-económica que cada medio adoptó? como si el acto de comunicar se tratara de un juego en el que cada cual, se pone la camiseta de opositor u oficialista al gobierno de turno, confundiendo interpretación con deformación u omisión de determinada información.
El Grupo Clarín es el ejemplo más ilustrativo a la hora de hablar de monopolio -aunque se encarguen de negarlo hasta en la sopa- cuenta con la mayor concentración comunicacional de Argentina, léase señales tanto de televisión abierta, como la transmitida por cable, editoriales de diarios, libros, revistas, folletos, productoras de contenidos televisivos y cinematográficos, emisoras de radio, con sus decenas de repetidoras en todo el país, y nos quedamos cortos.
Pero claro, se jactan de `haber apostado siempre a lo nacional´ cuando se sabe de las acciones e inversiones que el Grupo tiene internacionalmente, aunque quizás esto no sea lo más contradictorio. Es dueño de la información que debe llegar a todo el país. Obviamente, no de forma plural, al ser el multimedios argentino más grande, monopoliza lo que ven, leen y escuchan,habitantes que se vean excluídos de su lugar de incidencia, es decir, donde se concentre el mayor consumo nacional; mayormente lo que ocurre en Capital Federal es cadena nacional.
No son los únicos, eso es lo peor. Los multimedios se encargan de limitar, por no decir robar, el acceso a la radiodifusión de miles de otros medios que con el mismo derecho a difundir ideas que ellos, pelean por la diversidad y la pluralidad que cualquier argentino -no porteño- merece.
Si bien es necesaria la presencia de algunos de los grandes medios, se exige igual repartición de los espacios, justa distribución de los derechos. No se habla de ganancias, ni de amiguismo político. El profesionalismo y la capacidad de comunicar no debe ser calificada por ningún organismo que amordaze a los que no cuentan con los billetes para defenderse.
Por eso se espera que sí sea posible escapar de las garras de aquel mostruo, y evadirse de tanta pauta publicitaria masiva, que al fin y al cabo alimenta el círculo vicioso en el que se manejan sus consumidores. Puede que en breve se sancione la nueva ley de radiosifusión, y con ello comience la verdadera democracia de la comunicación argentina.
Es posible no pertenecer a dicho universo? sentirse ajeno del circulo vicioso en el que circula, casi por imposición,
constantemente la línea político-económica que cada medio adoptó? como si el acto de comunicar se tratara de un juego en el que cada cual, se pone la camiseta de opositor u oficialista al gobierno de turno, confundiendo interpretación con deformación u omisión de determinada información.
El Grupo Clarín es el ejemplo más ilustrativo a la hora de hablar de monopolio -aunque se encarguen de negarlo hasta en la sopa- cuenta con la mayor concentración comunicacional de Argentina, léase señales tanto de televisión abierta, como la transmitida por cable, editoriales de diarios, libros, revistas, folletos, productoras de contenidos televisivos y cinematográficos, emisoras de radio, con sus decenas de repetidoras en todo el país, y nos quedamos cortos.
Pero claro, se jactan de `haber apostado siempre a lo nacional´ cuando se sabe de las acciones e inversiones que el Grupo tiene internacionalmente, aunque quizás esto no sea lo más contradictorio. Es dueño de la información que debe llegar a todo el país. Obviamente, no de forma plural, al ser el multimedios argentino más grande, monopoliza lo que ven, leen y escuchan,habitantes que se vean excluídos de su lugar de incidencia, es decir, donde se concentre el mayor consumo nacional; mayormente lo que ocurre en Capital Federal es cadena nacional.
No son los únicos, eso es lo peor. Los multimedios se encargan de limitar, por no decir robar, el acceso a la radiodifusión de miles de otros medios que con el mismo derecho a difundir ideas que ellos, pelean por la diversidad y la pluralidad que cualquier argentino -no porteño- merece.
Si bien es necesaria la presencia de algunos de los grandes medios, se exige igual repartición de los espacios, justa distribución de los derechos. No se habla de ganancias, ni de amiguismo político. El profesionalismo y la capacidad de comunicar no debe ser calificada por ningún organismo que amordaze a los que no cuentan con los billetes para defenderse.
Por eso se espera que sí sea posible escapar de las garras de aquel mostruo, y evadirse de tanta pauta publicitaria masiva, que al fin y al cabo alimenta el círculo vicioso en el que se manejan sus consumidores. Puede que en breve se sancione la nueva ley de radiosifusión, y con ello comience la verdadera democracia de la comunicación argentina.
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