domingo, 22 de noviembre de 2009

EL COMIENZO DEL FIN

Si se pone en una balanza el destrozo que el proceso militar, por un lado, provocó socialmente mediante la represión, tortura, desaparición y exterminio de cientos de personas, y por el otro, el hecho de ser el protagonista del principio del fin de la economía argentina, quizás este último sea el menos relevante y del que menos se conozca.

Dentro del período que engloba al proceso (1976-1982), Argentina percibió un incremento bastante importante de la deuda externa, monstruo que acecharía al país por varios largos años, provocando una debacle económica de la que todos han sido testigos recientemente.

Comenzando por la política liberal que adoptaron los militares, la producción nacional se vió realmente afectada; los capitales externos colonizaban sigilosamente el esfuerzo que miles de familias realizaron para creer y apostar en la nación. Pero este no sería nada mas que el comienzo.

Gran cantidad de empresarios millonarios pedaleaban en la cornisa de la mano de la bicicleta financiera, contemplando el quiebre y endeudamiento gradual de sus empresas, pero sin que su capital personal se viera para nada afectado.

Asimismo, un factor que incidió fuertemente en el aumento de la deuda externa, fue la importación de armamento utilizado en épocas como la de Malvinas, el conflicto con Chile, y por supuesto en la lucha contra la subversión, puesto que la consigna era el aniquilamiento.

Ya durante el gobierno de Menem, la gota que terminó de rebalsar el vaso fue aquel recordado proceso de privatización de empresas tales como YPF, ENTEL, Energía Eléctrica, Aerolíneas Argentinas o Áreas Petroleras; muchas de las cuales aún no se han podido recuperar, y significaron el desprendimiento fatal de recursos no renovables, en el caso del petróleo.

Indefectiblemente, y como suele ocurrir en estos casos, la política –muchas veces con ayuda de determinados medios- se ha encargado, y todavía lo sigue haciendo, de colocar cortinas de humo que tapen la real situación, quizás de manera casi innecesaria, a los argentinos ya no se les escapa nada, más si en su mesa raras veces hay algo para comer.

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