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Una de los tantos desastres que la dictadura militar se encargó de dejar en la sociedad argentina, salvando las magnitudes claramente, fue la apertura del camino para que los multimedios comenzaran a fomentarse y colonizar cada ámbito de la vida cotidiana –por más mínimo que sea- inescrupulosamente.
El multimedio es una nueva estructura empresarial que controla económica y técnicamente a varios medios de difusión colectiva, principalmente de tipo gráfico y audiovisual. Constituye una empresa que es propietaria de un diario, una revista, explota un canal de televisión abierta y varios canales de cable, posee una AM y su FM complementaria. A ello se puede sumar su eventual participación en agencias de noticias, proveedores de papel, consultoras, encuestadoras etc.
A través de la antigua –afortunadamente- ley 22.285 de radiodifusión, se ejercía total control sobre la prensa, limitando la libertad de publicar ideas que no vayan en concordancia con las prácticas militares, o del gobierno de turno. Sin embargo, las excepciones a la regla no tardaron en llegar.
En 1945, el periodista Roberto Noble fundaba el diario Clarín, estableciendo los cimientos del cuarto poder que gobernaría al gobierno, del monstruo que acechó al político que intentara limitar su imperio; es por eso que, sospechosamente nunca se censuró ninguno de sus negocios millonarios para controlar la comunicación argentina.
Luego del fallecimiento de su fundador, en 1969, asume la dirección del imperio, la señora Ernestina Herrera de Noble, en cuya dudosa gestión, se detectaron numerosos arreglos con las cúpulas políticas de turno, llevando a que se publicaran notas periodísticas que halagaban la gestión de gobierno. Lo más escalofriante, fue la cercanía que la Viuda (Llonto, 2007) tubo con las presidencias de los gobiernos de facto del ´76 que le permitió concretar negocios millonarios
Así como Pablo Llonto relata en su libro La Noble Ernestina:“Muchos podían pensar que la viuda y Magnetto estaban obligados a rendir pleitesía a la dictadura luego de consumado el negocio del papel prensa. Se trataba de una devolución más de favores”. Fueron evidentes los casos en que el periódico de tirada nacional, negociaba desde créditos estatales con bajísimas tasas de interés hasta las acciones del papel prensa, a cambio de frondosos elogios del régimen anticonstitucional en sus páginas centrales.
Pero como si todo eso fuera poco, las gentilezas también distorsionaban la información que se publicaba en el matutino ya que, “En Clarín no se hablaba de desaparecidos. Quien manejaba la mayor información sobre la magnitud y el sadismo de la represión era el periodista de Política Oscar Raúl Cardozo […] que, conmovido por lo que estaba ocurriendo, se animó a acompañar en algunas rondas a las Madres de Plaza de Mayo”, pero “admitía que nada de lo que sabía podía publicarlo en el diario”.
Los negocios entre Herrera de Noble y la junta militar habían permitido el crecimiento en forma exponencial de Clarín y la historia continuó de la misma manera. El diario se dedicó a realizar acuerdos que lo favorecieran con cada uno de los gobiernos que pasó en la Casa Rosada y quien se oponía era literalmente destruido en el periódico. No se podía gobernar con Clarín en contra (Llonto, 2007)
Una de las evidencias que refleja la relación que se mantenía con los gobiernos, tiene como protagonista al ex presidente, Carlos Menem, quien necesitaba limpiar su imagen y mala reputación, difamada un programa televisivo conducido por la periodista Liliana López Foresi, que se emitía por canal trece, perteneciente a la gran familia Clarín.
Por otra parte, los intereses de la señora Noble esta vez eran distintos, lo que en esa ocasión necesitaba era el silenciamiento del periodista Patricio Kelly, quien por la pantalla de ATC realizaba notas editoriales poniendo en duda la legalidad de la adopción de los hijos de la Viuda.
Así, Menem la recibió el 2 de mayo de 1991 con la extorsión en la punta de la lengua […]. Cuando la viuda puso los pies en la residencia de Olivos tenía pensada la frase con la que iría al grano: “por favor que se calle, Kelly”. Por favor que se calle Lopez Foresi, respondió Menem. (Llonto, 2007).
Quizás en la actualidad esta relación de amor-odio sea mucho más evidente, si uno lee, escucha y mira con detenimiento las portadas de Clarín, la agenda anti-kirchnerista que impuso hace unos meses, al ver a su imperio en peligro, sancionada la nueva Ley de Servicios Audiovisuales mediante. Una realidad que asusta.
De público conocimiento resultó tiempo después de finalizada la Guerra de Malvinas, cuán poderosa como terrorífica puede ser la influencia del sistema de medios de comunicación en toda una sociedad a la que se le “inyectó” que dicho conflicto estaba resuelto a su favor.
La Guerra se desarrolló entre el 2 de abril, día de la invasión de las islas por parte de las Fuerzas Armadas de Argentina, y el 14 de junio de 1982, fecha de su rendición luego de las 649 vidas perdidas, lo que conllevó la reocupación de los tres archipiélagos por parte del Reino Unido, que sufrió 255 bajas. ¿Cómo entonces, todos los argentinos creían que se estaba ganando la Guerra?
Decenas de encabezados declararon el triunfo: el diario Crónica, en su edición del 2 de Abril de 1982 titulaba: “ARGENTINAZO: ¡LAS MALVINAS RECUPERADAS!”; el diario Clarín del 26 de Mayo de ese año, anunciaba en la tapa: “DURO ATAQUE AÉREO A BARCOS BRITÁNICOS”; la revista Gente, de ese mismo mes rezaba: “ESTAMOS GANANDO”, y al siguiente titular: “SEGUIMOS GANANDO”.
Sin embargo en Inglaterra, hubo errores en la información, tal como justificó el corresponsal de defensa en la BBC durante esa época, Andrew Walter: “La doctrina que seguimos fue el no decir mentiras, pero tampoco decir nada que comprometiera la seguridad de las fuerzas británicas. Además de la poca información, también existieron obstáculos para recibir imágenes sobre la guerra”.
"En Argentina, hubo más omisión que mentira", explicó Ricardo Kirschbaum del diario Clarín, quien señaló que había pocas fuentes para obtener información certera sobre lo que sucedía, y agregó: "lo que supimos fue por investigaciones después de la guerra", e ironizó, “si nos guiamos por los comunicados oficiales, la guerra nunca terminó y el Belgrano no se hundió, sólo sufrió una avería”.
Éste, como varios sucesos, queda en la memoria de los argentinos, y encajonado en aquellas cocinas periodísticas que tanto retocan la realidad, la mayoría de las veces, sin medir en absoluto las consecuencias. En aquel caso, la mano de Galtieri jugó con miles de esperanzas, hoy se lucha por una Ley que haga un poco justicia. La idea siempre, es Que No Se Repita. ¿iremos bien encaminados?
Si se pone en una balanza el destrozo que el proceso militar, por un lado, provocó socialmente mediante la represión, tortura, desaparición y exterminio de cientos de personas, y por el otro, el hecho de ser el protagonista del principio del fin de la economía argentina, quizás este último sea el menos relevante y del que menos se conozca.
Dentro del período que engloba al proceso (1976-1982), Argentina percibió un incremento bastante importante de la deuda externa, monstruo que acecharía al país por varios largos años, provocando una debacle económica de la que todos han sido testigos recientemente.
Comenzando por la política liberal que adoptaron los militares, la producción nacional se vió realmente afectada; los capitales externos colonizaban sigilosamente el esfuerzo que miles de familias realizaron para creer y apostar en la nación. Pero este no sería nada mas que el comienzo.
Gran cantidad de empresarios millonarios pedaleaban en la cornisa de la mano de la bicicleta financiera, contemplando el quiebre y endeudamiento gradual de sus empresas, pero sin que su capital personal se viera para nada afectado.
Asimismo, un factor que incidió fuertemente en el aumento de la deuda externa, fue la importación de armamento utilizado en épocas como la de Malvinas, el conflicto con Chile, y por supuesto en la lucha contra la subversión, puesto que la consigna era el aniquilamiento.
Ya durante el gobierno de Menem, la gota que terminó de rebalsar el vaso fue aquel recordado proceso de privatización de empresas tales como YPF, ENTEL, Energía Eléctrica, Aerolíneas Argentinas o Áreas Petroleras; muchas de las cuales aún no se han podido recuperar, y significaron el desprendimiento fatal de recursos no renovables, en el caso del petróleo.
Indefectiblemente, y como suele ocurrir en estos casos, la política –muchas veces con ayuda de determinados medios- se ha encargado, y todavía lo sigue haciendo, de colocar cortinas de humo que tapen la real situación, quizás de manera casi innecesaria, a los argentinos ya no se les escapa nada, más si en su mesa raras veces hay algo para comer.
Desde la secretaría de Trabajo y Previsión, el General Perón, creó y aseguró los cimientos del movimiento argentino cuya popularidad no se conoció otra similar, en cuanto atendió a las necesidades que el proletariado proclamaba para hacer valer sus derechos como tal.
El 17 de octubre, mas conocido como Día de la Lealtad Peronista, la figura emblemática de la política recibió el apoyo fiel de millones de trabajadores que movilizados desde Berisso, fueron incitando a sus “compañeros” a abandonar fábricas y talleres para exigir la liberación del General.
No le bastó con los militares que también se ganó a la Iglesia como enemiga de su accionar; la ley del divorcio fue la gota que rebalsó la copa sagrada y a partir de allí los obstáculos que el gobierno de Perón debió afrontar, fueron creciendo considerablemente hasta que la consigna fue clara.
Tal como lo cita Leonardo Favio en su “Sinfonía del sentimiento”, la ejecución estuvo a cargo de una decena de pájaros de acero que bombardearon la colmada Plaza de Mayo, hasta acabar con la vida de cientos de seguidores peronistas. Se sabía que ése sólo era el comienzo de un ataque militar continuo, por lo que Perón decidió exiliarse.
Con respecto a la labor política de Juan Domingo no alcanzaría un análisis para exponer si se quiere, los puntos de vista de aquellos que se vieron de alguna manera “beneficiados” durante su mandato, ya sea laboral, profesional, política o económicamente, o bien de quienes la pasaron bastante mal por divergir con este tipo de gobierno y no ponerse la camiseta con la cara del General y su esposa.
Lo que no se está en condiciones de negar es la inteligencia de quienes se encontraban detrás de la cara visible, aquellos intelectuales como Arturo Jauretche que supieron encontrar la visagra para que el peronismo se convirtiera en un movimiento puramente popular.
Dicho sea de paso, muchos de sus hombres (nunca mejor citado don Arturo) se alejaron definitivamente cuando notaron que el General ya no era el mismo de siempre, consideraron que sus ideales fueron bastante mal influenciados por personajes que paradójicamente protagonizarían, años después, la caída libre del movimiento popular.
En otro contexto, pero con el mismo significado, León Gieco es parafraseado y evoca al `monstruo grande que pisa fuerte´; en este caso, con ciertos tintes de comunicación(mal denominada por cierto) sumergida en un universo en el que el interés en todas sus acepciones, pesa mucho más que la pluralidad, por supuesto, inexistente.
Es posible no pertenecer a dicho universo? sentirse ajeno del circulo vicioso en el que circula, casi por imposición,
constantemente la línea político-económica que cada medio adoptó? como si el acto de comunicar se tratara de un juego en el que cada cual, se pone la camiseta de opositor u oficialista al gobierno de turno, confundiendo interpretación con deformación u omisión de determinada información.
El Grupo Clarín es el ejemplo más ilustrativo a la hora de hablar de monopolio -aunque se encarguen de negarlo hasta en la sopa- cuenta con la mayor concentración comunicacional de Argentina, léase señales tanto de televisión abierta, como la transmitida por cable, editoriales de diarios, libros, revistas, folletos, productoras de contenidos televisivos y cinematográficos, emisoras de radio, con sus decenas de repetidoras en todo el país, y nos quedamos cortos.
Pero claro, se jactan de `haber apostado siempre a lo nacional´ cuando se sabe de las acciones e inversiones que el Grupo tiene internacionalmente, aunque quizás esto no sea lo más contradictorio. Es dueño de la información que debe llegar a todo el país. Obviamente, no de forma plural, al ser el multimedios argentino más grande, monopoliza lo que ven, leen y escuchan,habitantes que se vean excluídos de su lugar de incidencia, es decir, donde se concentre el mayor consumo nacional; mayormente lo que ocurre en Capital Federal es cadena nacional.
No son los únicos, eso es lo peor. Los multimedios se encargan de limitar, por no decir robar, el acceso a la radiodifusión de miles de otros medios que con el mismo derecho a difundir ideas que ellos, pelean por la diversidad y la pluralidad que cualquier argentino -no porteño- merece.
Si bien es necesaria la presencia de algunos de los grandes medios, se exige igual repartición de los espacios, justa distribución de los derechos. No se habla de ganancias, ni de amiguismo político. El profesionalismo y la capacidad de comunicar no debe ser calificada por ningún organismo que amordaze a los que no cuentan con los billetes para defenderse.
Por eso se espera que sí sea posible escapar de las garras de aquel mostruo, y evadirse de tanta pauta publicitaria masiva, que al fin y al cabo alimenta el círculo vicioso en el que se manejan sus consumidores. Puede que en breve se sancione la nueva ley de radiosifusión, y con ello comience la verdadera democracia de la comunicación argentina.
La Reforma Universitaria de 1918 significó la culminación del régimen arcaico que se desarrollaba en ese momento, tanto en el sistema educacional como en la sociedad; por lo que se convirtió en una “reforma social”, iniciada por los jóvenes estudiantes de la provincia de Córdoba, y extendida luego a todo el país y al continente sudamericano.
En las primeras universidades argentinas, creadas por la Iglesia, influyó por consiguiente la fuerte disciplina que el culto extremo marcaba tanto en la determinación de los programas a seguir como en la asignación de cada cátedra como un feudo personal, cuyo noble era el profesor, el único con poder de decisión sobre ella.
Tal como aseguró años más tarde Juan Domingo Perón acerca de los postulados que se plantearon en la Reforma, “con todas las imperfecciones y contramarchas que se quiera, lo cierto es que encierran una adulta concepción de lo que requiere una sociedad moderna”.
Y así fue que el crecimiento inmigratorio, entre otras cuestiones, instaló en la sociedad reales anhelos de progreso inspirados también en la ley Sáenz Peña del año´12, en la que los principios democráticos y de igualdad resonaban cada vez más fuerte en el inconsciente colectivo.
Finalmente, luego de una serie de conflictos en los que la violencia represiva fue protagonista, los estudiantes universitarios obtuvieron la reforma tan ansiada, apoyados también por los obreros que comenzaron a verlos como aliados para “una etapa de lucha democrática y antiimperialista”, como aseguró Portantiero.
Entre los logros que la Reforma trajo al ambiente académico se contó con la posibilidad de optar entre diferentes enfoques gracias a las cátedras paralelas, y formar parte del diseño y emprendimiento de tareas que vincularon a docentes y estudiantes con las necesidades de la sociedad, mediante una extensión universitaria, entre otros.
Sin embargo, si se echa un vistazo al actual funcionamiento de las universidades públicas en Argentina, todo aquello produciría cierta nostalgia entre quienes observan que muchas cosas de las que se lograron en ese momento como un derecho social más, en líneas generales no se respeta
Las desigualdades de oportunidades opacan el futuro de quienes realizan un enorme esfuerzo día a día por poder sentarse en un pupitre y participar de aquella cátedra que puede marcar la profesionalización de su vida, y suelen no ser escuchados si protestan por sus derechos. Se añoran aquellos tiempos.
A la historia hay que remitirse si se pretende catalogar a los ´70 como una de las décadas más fuertes de Argentina, marcada por procesos tanto político- económicos, como sociales que se vieron deformados e influenciados por una terrible dictadura que llevó al país a lo más profundo del horror, y el dolor.
“Aniquilar a la subversión” escalofrió a más de un argentino, aquel Decreto impuesto en el ´75 por Isabel Perón, se encargó sin ninguna duda de sembrar el principio de la oscuridad en el alma del inconsciente colectivo, cumpliendo su objetivo.
José Pablo Feinmann igualmente considera en `La sangre derramada´, que tal vez esta experiencia la saben sólo quienes permanecieron allí, en el libro refleja con experiencias propias justamente que no se vivió jamás con tanta paranoia y violencia como en aquel entonces.
Miles de personas perdieron la vida por no `pensar igual´, por `no ponerse la camiseta´ o simplemente por haber nacido `donde no correspondía´; conceptos indefectiblemente descabellados e irracionales de quienes tomaron el mando y militarizaron al inminente granero del mundo.
Como todo proceso, avanzó hasta su decadencia afortunadamente, y tal vez en este sentido seria mejor recordar la crueldad que conmocionó a la década del´70, para olvidarla rápidamente, sin desmerecer como lo hace Feinmann a quienes pertenecieron y a quienes no. El estigma persiste, y es de Argentina en su totalidad.
Los aires de la democracia implementó el cambio dentro de la sociedad, en la que se podía respirar libremente, para algunos sólo es el disfraz de quienes manejan los hilos de la Nación, pero bajo ningún concepto se puede concebir una sociedad con frases como ` Sólo el aniquilamiento puede ser el fin´.